EL RACISMO COMO HERRAMIENTA POLITICA
Por, Jeffrey M.
Kihien-Palza
Abogado, UPT.
Master of Laws, American University.
MBA, Johns Hopkins University.
El racismo se ha
convertido en una herramienta política, moral, ética y económica, este fenómeno
cultural se desarrolla en el mundo entero y, en occidente es parte fundamental
de las políticas económicas. El mecanismo para activar el racismo y luego
solicitar beneficios económicos, empieza con la creación de un grupo humano
especifico, este es separado de los demás por motivos culturales, genéticos, sociales,
sexuales, espirituales o de cualquier otra índole. Las formas, motivos y
conceptos pueden ser infinitos, lo que se realiza es una deconstrucción de la realidad,
para citar a Derrida, encontrar diferencias y luego ahondarlas, siguiendo la teoría
ideología marxista.
Una vez que el grupo es
establecido, se trabaja en diferenciarlo de los otros, o del grupo más grande,
mediante la confrontación. “Soy así por tu culpa,” “no tengo lo que tú tienes,
porque tú no me dejas,” “tus privilegios me oprimen.” El siguiente paso es
politizar las diferencias, que estas sirvan como herramienta de un partido político
y, de ser el caso de una ideología.
Luego viene el beneficio
económico reclamado como derecho, un derecho que lo paga el resto. En realidad,
no es un derecho mas si un privilegio porque lo paga el otro. El otro se
sacrifica, o lo sacrifican a la fuerza para que el ofendido por el “racismo”
sea compensado.
Ayn Rand, promulgó el siguiente
concepto de racismo, a mí me parece precisa la descripción.
“El racismo es la forma más baja, más burda y
más primitiva de colectivismo.
Es la noción de atribuirle significado
moral, social o político al linaje genético de un hombre – la noción de que los
rasgos intelectuales y de carácter de un hombre son producidos y transmitidos
por la química interna de su cuerpo. Lo que significa, en la práctica, que un
hombre debe ser juzgado, no por su propio carácter y acciones, sino por los
caracteres y acciones de un colectivo de antepasados.”
En los Estados Unidos
de Norteamérica hay un sentimiento masivo y colectivo de culpabilidad, creado
netamente a partir del racismo. Algunos norteamericanos creen que son culpables
porque posiblemente sus ancestros vinieron al continente y fundaron los Estados
Unidos, desplazando a las tribus indígenas. Por supuesto, el sentimiento de culpabilidad
es creado y manipulado por los políticos que lo utilizan de plataforma para tomar
el poder.
Por ser un grupo
diferente y “explotado” por la sociedad, los nativos americanos han reclamado y
obtenido privilegios, el caso peculiar y hasta extremo es el de la senadora del
Partido Demócrata y activista política Elizabeth Warren. La senadora Warren es caucásica
o “blanca”, sin embargo, desde temprana edad ha reclamado derechos y
privilegios como descendiente de los nativos americanos. Ella se muestra como
una mujer que ha sido discriminada, abusada, herida, despojada e insultada por
sus orígenes indios. Consiguió empleo como profesora de Harvard por medio de la
cuota de minorías étnicas o raciales, porque ella se autodenomina “nativa
americana,” y en sus discursos políticos acusa a la sociedad por discriminar a
su madre, por ser supuestamente descendiente de los nativos de los Estados
Unidos.
En estos tiempos de
avance tecnológico en pruebas de ADN, puede uno saber con cierto grado de
certeza, 97%, los orígenes de su ADN. A mí, personalmente no me importa conocer
la composición de mi ADN, soy lo que soy, y mi vida empezó y terminara en mí. Pero bueno, la prueba de ADN de la Senadora
Warren, una mujer caucásica y de rasgos europeos, revela que su ADN nativo
americano es de menos de 1%, ósea dentro del margen de error, lo que significa
que quizás de nativa americana no tenga absolutamente nada.