Testigo
Presencial
Por Jeffrey M. Kihien
La vida me permitió ver la caída de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas-URSS- el imperio
comunista que después de la segunda guerra mundial, conquistó cuanto país vecino
pudo para someterlos a una brutal dictadura, acompañada de hambre, miseria,
abuso y propaganda política.
El comunismo es la tragedia humana del siglo 20, su filosofía
y doctrina se basa en crear diferencias y ahondarlas hasta que se conviertan en
parte de la cultura. En todos los países en donde se ha instalado, sin excepción,
ha ocasionado desastres económicos con secuelas de millones de víctimas.
El comunismo en el siglo 20 asesinó directamente a por
los menos ciento veinte millones de personas. El dictador Mao en China, ordenó
la muerte por hambruna de por los menos sesenta millones de sus compatriotas, y
luego continuo con una purga de sus enemigos a través de la llamada “Revolución
Cultural” enviando a millones de personas a campos de concentración para ser
supuestamente re-educados.
Rusia no es la excepción, veinte millones de víctimas,
todos presos políticos fusilados y enviados a campos de concentración de donde
no salían con vida, a eso le sumamos las hambrunas ocasionadas en Ucrania que mató
a millones.
En la década de los setenta y ochenta, el estado
peruano se regia por una doctrina, el comunismo. Los colegios eran centros de
adoctrinamiento en donde se enseñaba a odiar al capitalismo, al enemigo yanqui
y por supuesto a anular el pensamiento individual y la libertad. Todo estaba
controlado por el estado. El comunismo y el colectivismo se tenia que aplicar a
como de lugar.
Era prácticamente imposible manifestarse públicamente en
contra del comunismo, que por esa época dominaba el discurso político, e
inclusive alentaba la lucha armada públicamente. Yo he visto a Horacio Zeballos
empuñando un fusil de palo en sus mítines, llamando a la guerra popular y al
asesinato de empresarios. Ese era el ambiente político en los 70 y 80, por eso
no me sorprendió cuando la lucha armada estalló en Perú, las condiciones, como decía
el asesino Abimael Guzman, estaban dadas.
El 9 de noviembre de 1989, el Perú estaba en ruina
moral y económica. Mas de la mitad del país en estado de emergencia, las
carreteras colapsadas y tomadas por el terrorismo, escasez de alimentos,
servicios públicos paralizados y en huelga constante. Ese día, observé en la televisión
a miles de alemanes con martillos y combos en mano destruyendo el Muro de Berlín,
símbolo del comunismo global. Ese acontecimiento aceleró el cambio político en
el mundo.
Mientras tanto en el Perú, continuábamos con la retórica
política de la lucha de clases, del rico contra el pobre, de asesinar al “perro
burgués.” La discusión no era entorno a crear riqueza, sino mas bien en como
acabarla y aniquilar a los que la producían.
La década del noventa fue diferente, con un poquito
mas de libertad, el espíritu empresarial del peruano se destapó, y con él, la
nueva clase media. El discurso comunista de la lucha de clases y la explotación
del hombre por el hombre, fue olvidado porque se comprobó que era absurdo.
Con el cambio de siglo y milenio, el comunismo modificó
el discurso, pero conservó la ideología de crear y ahondar las diferencias,
utilizando el altruismo como herramienta psicológica. El comunismo, con la intención
de destruir el sistema que le arrebató su clientela política, empezó con
apoderarse de los movimientos políticos que nacieron con la clase media global.
El comunismo controla el ambientalismo, el feminismo, el animalismo, el abortismo,
el anti-catolicismo, la ideología de género, matrimonio gay, el inclucionismo, incluyendo
la inequidad, que no es otra cosa que la antigua lucha de clases.
Todos estos movimientos confluyen como un embudo en una
sola idea; la de atacar el sistema y derrumbarlo.
Fui testigo de la caída del imperio comunista soviético
y ahora soy testigo del renacimiento del comunismo disfrazado y, la mayoría de
personas que levantan las banderas de estos movimientos, no se dan cuenta que están
que están siendo utilizados como vehículos para tomar el poder. Allí les dejo
el ejemplo de Venezuela y Cuba, en donde la miseria del pueblo es la norma
diaria, y hacia ese destino nos dirigimos poquito a poco. La alerta está dada.
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