El altruismo es una doctrina moral que busca el bien del otro
o del prójimo de una manera desinteresada. Es un acto individualista por
esencia que genera placer al que lo ejerce. Jesucristo por ejemplo, basa sus enseñanzas
en el altruismo, sacarse el pan de la boca para dárselo al necesitado es una acción
totalmente individualista, y más que humilde es una acción egocéntrica, porque busca
una reacción positiva del que la recibe hacia el que la da.
El altruismo, cuando se asocia a cualquier doctrina política se
convierte en la más nefasta de las filosofías, capaz de destruir una sociedad y
la civilización entera. El altruismo practicado por un político pierde su
esencia, porque ya no se trata de un acto individual y espontaneo sino más bien
en una acción colectiva, y la acción colectiva es por la fuerza. Se obliga a
los miembros del grupo político a actuar y pensar de acuerdo a la filosofía del
montón.
Ahora, veamos lo peligroso que es el altruismo político, para
llamarlo de alguna forma. Los partidos políticos actúan supuestamente buscando el
bien de las mayorías, o lo hacen por las “grandes mayorías,” o por “el pueblo,”
o “por los más pobres entre los pobres,” y últimamente utilizan “por las más
necesitados.” Pero en realidad la finalidad de un partido político es alcanzar
el poder, nada más que eso. Un partido político que no busque poder es una
farsa.
Cuando el partido político alcanza el poder es cuando
comienzan los problemas, y como no hay nada más altruista que repartir cosas
materiales, el partido, para congraciarse con el “pueblo” se pone a repartir
bienes que no le pertenecen. Entonces se convierte en altruismo político,
altruismo de gobierno que se dedica a repartir los bienes del estado, que son
de todos y de nadie. Lo hacen con programas sociales, o regalando canastas,
subiendo sueldos o lo que es más sencillo otorgando beneficios mediante ley a
un grupo particular de personas.
La crisis financiera en Grecia es una prueba reciente de
altruismo político, el mismo que ha ocasionado una crisis de valores, lo cual
es mucho más peligroso para la sociedad. Los griegos creen que es altruista que
el estado pague por vacaciones de sesenta días, jubilación a los cincuenta años,
servicios públicos gratuitos, y el derecho de los servidores públicos a cobrar
coimas a los ciudadanos, el altruismo político convierte la corrupción de los
funcionarios públicos en un derecho, porque les ha convencido de que “ganan muy
poco” por su trabajo, por eso es altruista trabajar menos y cobrar coimas al
usuario. El altruismo político no
pregunta, ni le importa de dónde vienen los bienes que se reparten porque la
finalidad es repartir para conseguir apoyo político y tener poder. Tampoco le
importa que una ley beneficie a un grupo y afecte a otro más grande, y que esta
misma ley socave la economía y los valores de una sociedad. Sino recuerden las
expropiaciones de Velasco en Perú, la legislación laboral que quebró la empresa
privada, o la ley del inquilinato que despojo del derecho de control de su propiedad
a la clase media peruana. Y con Alan Uno, el intento de estatización de la
banca privada, para “repartir el capital entre el pueblo peruano.”
El más reciente ejemplo de altruismo político que se me viene
a la mente al escribir estas líneas, es el regalito de billeteras que la
presidenta del Congreso del Perú Ana María Solórzano ordeno ejecutar, ella fue más
haya, ella lo hizo con la finalidad de no discriminar al trabajador del
congreso, porque los congresistas recibían regalos, y los trabajadores no. El acto
de altruismo verdadero hubiese sido si la Presidenta del Congreso hubiese
comprado los regalos con su propio dinero, y no con la plata del estado, que es
al final el dinero de los impuestos. Pero como sabemos, eso nunca va a suceder.
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